viernes, 19 de marzo de 2010

MAS PAPISTAS QUE EL PAPA

Si para alguien están hechas las normas, esos son los australianos. Yo no me había dado cuenta pero coincidí con unos españoles y me lo comentaron. Y después lo comprobé con mis propios ojos. Si estas normas las aplicaran a España se montaba una revolución.
La cosa empieza por los bares. Aunque parezca mentira, sí, los bares. Todos los bares de copas, absolutamente todos tienen porteros en la puerta, por no decir, que la gran mayoría tenían 2 ó 3. Quizás en España también pero por lo menos se les entiende. Sales fumando de un bar, estás en la acera, vamos en la mismísima calle y te dicen “no puede salir fumando del local”, ¿cómo que no si ya estoy fuera alma de dios?. Uno pone cara de no haberse enterado, la misma cara de panoli con medio sonrisa que llevo poniendo todos los dias en Australia cuando te hablan rápido y sin vocalizar, como si yo fuese del pueblo de al lado. “usted tenía que haber fumado en la zona de fumadores”, sí, pues perdone pero no lo sabía. Ya pero tiene que apagar el cigarro. ¡qué estoy ya en la calle!. Sí pero tiene que apagar el cigarro. Pero, por qué? Son las normas. ¿las normas de quién?. La policía nos puede multar el local si sale gente fumando de él. ¿qué? Sí, está prohibido. (os imagináis en España si todos los locales fueran multados por lo mismo?; todos cerrados). El caso es que discutiendo con el tio, el cigarro se terminó. OK, don´t worry, I understood it. Pero el cigarro me lo he fumao. Y, LO MEJOR, EL BAR ERA UN PATIO ABIERTO AL AIRE LIBRE.
Esta no me pasó a mi, a los españoles que os digo, si es que se nos ve a distancia… Pidieron cerveza y chupito (aquí es lo normal) y le dice la camarera que no, que la cerveza pero sin chupito, que ya habían bebido demasiado. “Pero sí es la primera”. Otra norma no escrita, si te oyen hablar alto y reirte a carcajadas es que estás demasiado contento. Lo mismo que antes, todos los españoles somos borrachos de nacimiento.
Cairns, al norte, en la barrera de coral. Sitio playero lleno de mochileros que lo que quieren es divertirse. Bueno, pues no se pude beber en la calle a partir de una determinada hora. Estamos en una terraza de un irlandés. Uno del grupo se levanta a la barra a pedir (self-service) y cuando llevamos esperando más de 10 minutos lo vemos en la puerta haciendo aspavientos. No le dejaban salir con la bebida a la terraza. Ya pero si la terraza es del bar. Si pero no se puede, ok? Hombre si lo dices así tampoco te voy a llevar la contraria (su brazo era como mi muslo). Pues todos para dentro a beber, pero la terraza la dejaban abierta. Sería para que les diese el aire a los que salían piripi que si no…
En fin, que no por estas cosas Australia no deja de ser un sitio genial para visitar, aunque la casta de los porteros “malasfollás” esté diseminada por el mundo... Bueno, rectifico, se me olvidaba al único bueno que encontré. Otro bar de copas en Cairns, una cola monumental para entrar. Me acerco y le digo "mira es la última noche que estamos en Cairns, el avión nos sale dentro de un rato y no nos queremos ir sin ver este bar por dentro que nos han dicho que es muy chulo". Una sonrisa de Andrés Pajares en los bingueros y todo el grupo para dentro. Y los de la cola con cara de envidia.
Agur.

sábado, 13 de marzo de 2010

DEL REVES NO, PERO CASI

La verdad, yo cuando voy de viaje me fijo en las cosas que son diferentes a nuestra querida España, esa España mia, esa España nuestraaaa… Y no estoy hablando de las cosas más llamativas sino de los pequeños detalles.
Y aquí en Australia los hay para escribir un libro. Lo primero que me pregunto es si todas estas cosas tienen que ver más con el hecho de ser australianos o ser descendientes directos de la “gran bretaña” (sí, con minúsculas).
Las cosas más evidentes, conducen por la izquierda. Herencia directa. De tal palo tal astilla. Pero las distancias las miden en kilómetros y el chocolate en kilogramos (al de comer me refiero). Las señales de tráfico, el stop en rojo, como dios manda, pero todas las demás en fosforitos. La de los canguros, que las debieron de comprar al peso, las tienen por todos lados. Un rombo amarillo con el canguro en negro en medio. Pero quitadle el canguro y ponedle, por ejemplo, unos niños de la mano, un autobús escolar, un koala, hasta patos, sí, sí, patos. Lo del canguro lo entiendo porque a mi se me cruzó uno corriendo y por poco me lo como, y no era pequeño que digamos, vamos que el coche lo hubiese devuelto al “rentacar” por piezas desmontables. Lo de los niños no hay que explicarlo, aunque a los de mis vecinos del piso de arriba en Madrid, si los veo en una carretera desierta australiana piso el acelerador a fondo y ya diré que la abolladura hubiese sido de un canguro. Lo del autobús escolar también sobra, pero lo de los patos… Pero si en España tenemos gatos, perros, pájaros… “espachurraos” en la carretera. Por un pato ni me inmuto. Palante. Plof, Uy, qué ha sido eso?.
Más de carteles en la carretera: “la velocidad mata“; no oiga no, la velocidad no mata, mata si te pegas contra algo. Si no que se lo digan a Ayrton Senna. “Levante el pie del acelerador”, ya oiga, es que si lo levanto se me para el coche aquí en medio y sí que la hemos hecho buena. “Abra los ojos, evite el cansancio”, pues yo que iba a ver si duraba mucho tiempo en linea recta con los ojos cerrados. Este sí que es bueno “si no va a adelantar vaya por su izquierda (la de los lentos aquí)” u otra casi similar en una ruta turística muy conocida “piense en los que le siguen, utilice las vias de vehículos lentos para que le adelanten” . Es España diría, “tanto si va a adelantar como si no, vaya por donde le salga de los cojones” porque total si vas por el carril rápido a ti qué más te da si los que vienen detrás se tienen que esperar o no. “Piensen en los le siguen”, como el chiste, pero “si voy el primero”.
Dejando un poco de lado el tráfico, la luz. La luz sí que da juego. Fijate si para esto son raros que hasta los mismos ingleses se tienen que traer adaptadores para sus enchufes. Los interruptores de la luz son pequeñísimos, sin exagerar, del tamaño de una moneda de 5 céntimos de euro. Pero no creáis que son sólo una marca, tipo Simón como los de Spain, no, no , todos son iguales. Para los interruptores son comunistas, todos iguales. Tienes que ir con el dedo extendido, con un ojo medio cerrado y apuntando para ver si le das. Aquí te bebes unas cuantas de copas y ya vuelves a oscuras fijo, tanto por el alcohol como por los interruptores. Otra cosa muy curiosa es que todos los enchufes tienen junto a los agujeros para las clavijas su propio interruptor, como el de la luz, pero para ENCENDER los enchufes. Y digo yo, ¿es que no tendrán los ventiladores, ni los televisores, ni la Play, interruptores? Es que por más vueltas que le doy no sé qué sentido tiene.
Hoy he estado en un parque nacional. Lo de la basura también es gracioso. “llevese su propia basura”, bueno, bueno, eso lo tenemos que ver, porque si me abro una lata de sardinas esa no vuelve conmigo en el coche por muy burros que se pongan. “Jediendo” a sardinas todo el rato. O te ponen también un cartel con un teléfono para que les llames si hay basura. ¿os imagináis en España? O es un número 900 o que te dé saldo gratis para tu móvil o si no no llama ni Dios, allá se esté pudriendo un elefante en el area de recreo.
Los bancos de los parques casi todos tienen nombre del que los ha donado. En España también pero tallado a navaja, quemado con el mechero, pintado con typex… de cualquier modo pero que se sepa que el banco es tuyo y que quieres a la Jenny. Lo que no me he fijado es si debajo también tienen “estalactitas nasales” de los dueños pegadas sutilmente.
Ah, se me olvidaba, todo el rato te encuentras carteles recordándote que en Australia se conduce por la izquierda. Yo creía que sólo era a la salida del aeropuerto, pero los tienen por todos lados. Nosotros recibimos más de 40 millones de turistas y no les decimos ni mu. Allá se apañen ellos solos.
Los Opel aquí se llaman Holden. Lo de esta marca es gracioso, aquí Holden, en Inglaterra Vauxhall. No se pusieron de acuerdo y cada uno le puso como le vino en gana. Por cierto, vi un Seat Córdoba. Me hizo hasta ilusión. Si supieran los de Martorell hasta dónde llegan “alguno” de sus coches.
Para que después digan que con un Seat no se pueden hacer kilómetros.
Otra cosa, todos los semáforos peatonales tienen botón para avisar que quieres pasar, es decir, que tienes que pulsar aunque sea la avenida principal de Sydney. Y ya me ha pasado de que estemos 20 esperando y a ninguno se le haya ocurrido pulsar. Todos con cara de lelos esperando.

Os dejo hasta la próxima. Me iré acordando de más cosas.



SYDNEY, MEZCLA RARA

Cuando llegas a la estación central, la sensación es rara. Sydney es algo conocido. Las calles del centro son todas de rascacielos. Nueva York pero algo más pintoresco, sobre todo porque entre tanto edificio alto te encuentras los típicos edificios de 2 ó 3 plantas como mucho, de estilo victoriano como los de Londres (segunda ciudad a la que me recuerda).
No quiero parecer un snob (aunque sé que va a ser inevitable al escrutinio de mis allegados), porque la otra ciudad a la que me recordó es a Sao Paulo. Porque aunque parezca mentira muchos de los rascacielos no son de oficinas sino de apartamentos con sus terrazas. Menos mal que son modernos y los tienen cuidados porque si fuese España estaban la mitad con los balcones con cierres de aluminio, cada uno de un color, lo aires acondicionados en la terraza, la bicicleta del niño y hasta la jaula del canario del abuelo, por no nombrar la bombona de butano.
El simil con Sao Paulo tampoco es casual. Son ciudades un poco gemelas, en poco más de 200 años han pasado a ser superurbes. Los edificios de más de 100 años parecen del “románico australiano”.
Otra cosa que me ha llamado la atención es el metro monorraíl. Un metro casi de juguete que va en un rail a unos 7-8 metros por encima de las aceras. Imagínate, en otros sitios tu casa tiembla cuando pasa el metro por debajo y aquí pasa por tu balcón (si vives en el 2º, por ejemplo).
Los coches, casi la mayoría japoneses, pero en contra de lo que me imaginé al principio, el resto son todas marcas europeas. Yo que pensaba que esto era yankilandia en cuestión de motor. Pues no, me equivoqué. Ah, otra cosa, los canis son universales, sus chandals, sus cabezas rapadas y quemando rueda en los semáforos. Lo que no he podido distinguir es qué clase de Camela escuchan aquí.
Y, por último, la gente. Mezcla, lo que se dice mezcla, no es el término adecuado. Esto es el REBUJON PADRE. Sí, muchos rubios y descendientes de ingleses, pero asiáticos a montones (no sólo chinos, que los hay y muchos, me refiero a filipinos, indonesios, coreanos…) y también de las islas del pacífico (tipo Tahití). Uno no se cansa cuando camina por la acera. Las caras y rasgos cambian casi a cada metro. Y como en Brasil, también la mezcla hace que haya auténticas bellezas de rasgos exóticos.
Si te sales un poco del centro y te vas a Surry Hills te das cuenta de lo que sería esta ciudad hace 60 ó 70 años. Casi todas las casas iguales, como si fuesen adosados, de 2 plantas, con rejas de y balcones muy “platerescos”. Pensaba que era en ese barrio, pero no, también en Melbourne hay muchas casas así. En estos barrios también te das cuenta que a sólo 30 minutos caminando desde pleno centro te metes en “provincias”. Un dato curioso, los uniformes de los colegios. El de los chicos casi similar al de los privados en España (su pantalón corto y su jersey de pico), sin embarogo, el de las chicas varía, porque es de una sola pieza, con solapa y todo (para que os hagáis una idea, como el de las chicas de servicio pero a cuadros). Lo más llamativo, los niños pequeños van todos con su gorro TIPICO AUSTRALIANO, con el escudo del colegio.
De la comida hablaré en el siguiente (el periódico sólo me paga por artículo escrito, así que si lo hago todo en uno, sólo cobro por uno).
Agur, hasta el próximo.

EL JET LAG

Siempre he oído lo del jet lag pero tampoco le había dado mucha importancia. Hasta este momento.
Ya sé lo que es y lo que significa. Lo que es, una tajá como un piano pero sin haber bebido ni gota y lo que significa, que se acaban haciendo muchas tonterías.
Llegué a las 6 de la mañana a Sydney, bueno, al aeropuerto. Cuando ya cogí mi maleta me fui a coger el tren que me lleva a la ciudad. La primera impresión, como casi siempre que viajas al extranjero y tienes que coger el tren o el metro en el aeropuerto para ir a la ciudad. Gallardón es un santo, por mucho que diga la Espe. 2 euros de Barajas al mismo centro de Madrid. Aquí, que no tardé ni 10 minutos, unos 11 euros al cambio. Ahí es nada.
Cuando salí de la estación en pleno centro de la ciudad, ya estás raro, y no lo digo por estar en un sitio nuevo. Lo digo porque no había cambiado mi reloj. Para mi reloj y mi cuerpo eran las 10 de la noche del viernes. Cansado como nunca después de más de un 1 dia de viaje. Pero fuera, sobre las 7 de la mañana del sábado hacía un sol de cojones, brillaba como sólo brilla en las mañanas de verano, vamos lo que era en Sydney.
Pues eso, con mi cuerpo escombro con ganas de acostarme tuve que cambiar el chip y decirme, Antonio, piensa en los pastilleros de la ruta del bacalao y “palante”. Sí, si, aunque las únicas pastillas que tenía en mi mochila eran omepraxol. Y aunque me las hubiera tomado todas, el cansancio no se iba a ir, eso sí, como en el chiste, pero el estómago lo iba a tener de puta madre.
Me fui al hotel (por llamarlo de algún modo) que tenía reservado desde Madrid. Prueba irrefutable que las cosas hay que prepararlas con tiempo y no se pueden dejar para la última noche. Pues eso, que el hotel era donde rodaron la primera película de Harry el Sucio. Cuando llegué a las 8 de la mañana pregunté si podía dejar la maleta hasta que pudiese acceder a la habitación (que alguien me explique por qué siempre hay que dejar la habitación supertemprano y cuando tú la necesitas no la tienen disponible hasta las 2 del mediodia, y lo que es peor, cuando ya llevas algún dia alojado en tu habitación la limpian por la tarde o te joden la siesta con el aspirador por los pasillos). Me fui a la habitación donde guardan los equipajes y cuando la vi me dije, “no sé si aquí han matado o violado a alguien, pero si así tienen este cuarto, cómo estarán otras dependencias del hotel”. Pasé al plan B inmediatamente, que quiere decir, buscar un McDonald´s rápido con acceso a wifi gratis, y allí me teníais, a las 8 y media de la mañana pidiendo una hamburguesa con patatas (no tienen ni ensalada, y ya sabéis que los donuts y similares los tengo prohibidos). Aparte de mi, del cajero y del cocinero, un borracho, nadie más. Busco un hotel, a precio de oro, y anulo el que tenía reservado.
Llego al nuevo hotel, me ducho y me dispongo a dar un paseo por la ciudad. ¿pero a dónde vas hombre de dios? Que son las 5 de la mañana por mucho sol que haga fuera. Imagínate que sales por Madrid a las 5 de la mañana, con tu cámara a cuestas, tu pantalón corto y unas ojeras que tuve que enrollar como una alfombra para no pisármelas.
Después me acosté un poco la siesta. GRAN ERROR. No podía despertarme, por más que quisiera. Dios que alguien me saque de aquí. Y cuando salí me dolía la cabeza horrores. Pero salí, por huevos. Y cuando volví por la noche me dormí al instante, pero a las 3 horas como zombie. Y así más o menos voy adaptándome. Menos mal que el hotel está como si dijéramos en Sol, que siempre hay alguien en la calle por lo que no desentonas nada. Los yonkies con su mono y yo con mis ojeras.
Seguiremos informando.
Ciao

miércoles, 10 de marzo de 2010

Lo primero, el viaje

Uno se prepara mentalmente para un viaje muy largo y cuando te quieres dar cuenta estás en el culo del mundo. No es para tanto. O sí?
Lo primero, los aeropuertos. Se pasan controles para aburrir. Qué digo yo, ¿no se podían poner de acuerdo entre ellos?. Si ya en Madrid me han mirado hasta el “ojete” por qué insisten una y otra vez. Además, cada uno interpreta el tema como mejor le viene. En Madrid “abra el portátil, por favor”, y lo abro y me dicen “vale”. Pues claro que vale, ¿qué esperan ver?, la pantalla apagada y las teclas en su sitio. Que digo yo, que si fuera terrorista no iba a dejar la goma2 a la vista, con el cable rojo y el cable verde por fuera (sí, esos que nos hacen sudar en las pelis cuando no saben cuál cortar). Llegas a Londres y te quieres hacer el listillo, ¡si habré yo pasado controles!, y vas todo digno y abres el portátil y se lo enseñas. Y el tio te dice, no, no, close it. Pero claro, ya parece que has hecho algo malo y te mira con cara rara. Los shoes, please, take off. Pues si son los mismos que en Madrid no me pitaron ni me los hicieron quitar.
Pero lo mejor son mis primos los tailandeses, en Bangkok (ni puta idea cómo se escribe) me hicieron pasar 2 controles en tránsito internacional. Llego, lleno mi botella de agua para el próximo vuelo. Primer control, a vaciarla. A dónde, a la papelera. Y si todo el mundo hace lo mismo que yo, el que recicla cogerá las botellas como la pesca de los patitos en la feria. Lo paso, la vuelvo a llenar (se me olvidaba, mi botella es profesional, de las de aluminio, que molan un huevo pero se calienta el agua igual como en todas las demás). Segundo control justo en la puerta de embarque. Pero oiga, si he recorrido 200 metros, no me ha dado tiempo a montar la bomba. Please, the bottle. La abro. Me hace un gesto para que la pruebe. Y la pruebo, y joder, toso un poco (no estoy tan acostumbrado a que un poli me diga que beba agua, como mucho a soplar)). Uy, uy, mira a su jefe y… a tirar el agua otra vez. A dónde. Pues no hay papelera. Tampoco me voy a recorrer la terminal de nuevo. Uy, qué maceta más bonita y qué seca está. Tiro el agua con el mismo cuidado que no te vean como el que roba un cd en el corteingles. Y un abuelete tailandés con más años que la tana se me queda mirando atónito. Oiga que las plantas hay que regarlas de vez en cuando, por lo menos eso aprendí del padre Mundina. Y cuando ya la vacío me quedo mirando la maceta y las hojas son made in China. Vamos que aunque las riegue el plástico no se va a marchitar. El abuelete se estará descojonando todavía.
El avión. El de Madrid-Londres de British, con sus asientos de cuero y todo muy bonito, pero las piernas te la metes donde te quepan. Would you like something to drink? Bueno, pues una coca-cola. Y me la sirven. El de mi lado, please, un gin-tonic. Joder, eso se avisa, si las copas no las cobráis se dice antes. Que queda muy cutre después lo de, please, un chorreoncito de ron que me amarga el refresco solo.
El de Londres a Sydney. Eso sí que es era un avión. Mi número de asiento era el 50 J. Yo pensé que me iban a poner en la cola. Sí, sí, en la cola… detrás de mí había 50 más. Eso no era un avión, eso era un cine. 11 personas por fila. Llego, me siento, y un olor muy raro. Huele a queso. Pero no un queso cualquiera, uno entre cabrales y roquefort después de un dia de calor. No sé, empiezo a buscar el olor. ¿será que alguien ha manchado el asiento y no se le ha ido el olor?. Pasan los azafatos (casi todo tios y con cara de bedeles; dónde estarán las australianas que salen en la Tv?) y me dan un folleto donde te explican el menú de abordo. La portada es un queso. ¿No será marketing subliminal lo del olor a queso?. Se me olvida coger una cosa de mi mochila me levanto y Ahhhhhhhh! Ya sé de donde viene el olor. El queso era de uno que medía 1,90 y pesaba unos 140 kilos. Barba de 4 dias y un aspecto de no haber visto una ducha ni por asomo. Me fijo y se ha quitado los zapatos. Hijoputa, tenía los pies podridos. Antonio, no te desesperes que el vuelo sólo dura 11 horas. Al final, la teoría de la evolución tiene su efecto, o te adaptas al medio o te mueres. A la hora ya no olía, ya me lo había tragado todo. Total, todo el mundo se quitó los zapatos. Pues prueba este queso que es típico de mi pueblo. Ahí lo llevas. Es una medida muy efectiva, así no se pasa el virus de la gripe de un país a otro. No hay virus que se resista a esa atmósfera.
Mis compañeros de viaje, dos australianas, una de nueva hornada y otra que había oido cantar a la Piquer cuando empezó. La abuelita me hablaba pero yo creo que no era inglés. No podía ser, vamos, que no. Y la otra, ay la otra!. Se monta en el avión, estamos cogiendo pista de despegue y empieza a hacer pucheros. ¿Le dará miedo?. Sigue haciendo pucheros y por el rabillo del ojo veo que se le escapan unas lágrimas. Yo, tan cortés, me saco los kleenex y se los doy. Y entonces va y se me pone a llorar a moco tendido y bien alto, zenkiu, snif, snif, zenkiu zou mach, snif, snif. Chica, callate que van a pensar que te he hecho algo. Y la vieja me miraba. Oiga, que yo no la conozco de nada, bueno de lo mismo que a usted, de hace un cuarto hora. Antonio, cogete el libro y chitón hasta que lleguemos.
Cuando uno se sienta, organización, ante todo organización. Para pasar 11 horas uno va bien equipado: la guía de Australia, un best seller por si…, una revista de autodefinidos por si más por si…, un cojín tipo collarín para no acabar en el hombro de la vieja, mi botellita de agua por si no me dan ni la coca cola, el boli, los chicles para el cambio de presión, un antifaz por si a la vieja le da por leer en medio de la noche…Pero claro, uno no cuenta que cuando llega al asiento parece que le ha tocado el premio al viajero 1 millón del año: una almohada bastante grandecita, una manta, un neceser con un cepillo de dientes (tan pequeño que si querías llegar a cepillarte la última muela te tenías que meter el muñón en la boca), un antifaz, otro!, los auriculares (con 2 clavijas, porque se supone que así no los roban, ¡qué somos españoles!, que la genética del lute es por algo! Si lo importante es robar, no para qué quieres los auriculares), y una bolsita muy mona con una botellita de agua, unos caramelos, una galleta gigante y una chocolatina con galleta también (menos el agua, todo lo demás lo sortee entre mis australianas que se tiraron como los haitianos a los sacos de arroz de la cruz roja). Ah, lo de la bolsita tenía su aquel, dejar dormir a los bedeles. Si a media noche quieres agua o tienes hambre, you have the bolsita, “no molestar”. Y ahora, dónde guardo yo todo esto. El bolsillo del asiento a punto de estallar. Si la ministra dice que podemos vivir en un piso de 30 metros cuadrados, por qué no voy a pasar yo 11 horas con todos estos cachibaches en medio metro cuadrado?
La comida, el gluten y su puta madre. Como ya me ha pasado antes, lo de pasar más hambre en un avión que el perro de un afilador, llamé hasta 2 veces a la linea aerea australiana en Madrid (sí porque si llamo a Australia y le explico en mi inglés que soy celiaco son capaces de ponerme migas con chorizo). El bedel llega a mi sitio, Chicken o beef? No, zorry, pero I am celiac, I ordered gluten free meal. No, no me mires así que me has entendido, que lo he pronunciado de Oxford English. Se va, me trae una lista con todos los lisiados del avión, los que pedimos menús especiales, que éramos unos cuantos. Mr López?, yes, yes, yo soy Mr López. I am very sorry. Los pelos se me pusieron como escarpias. ¿Cómo que I am very sorry? What happen? Que la empresa de catering se ha olvidado de su menú, pero en english. Ay, la hostia!, en castellano paladín, porque me salió del alma. Y? No, no me mire, que yo tengo que comer algo. Mira la composición de los platos y me dice que el chicken me lo puedo comer. Seguro? Yes, yes, totally safe. Y le miro a los ojos como el padre que mira al hijo cuando le pregunta si ha fumado porros y le dice que no. Yes, yes, y me enseña la composición. Bueno, de perdidos al rio, no voy cruzar medio mundo con el estómago vacío. Venga, dame el chicken. Y va y me da sólo el platito del puto pollo porque la ensalada era de pasta, el postre con bizcocho, el bollo de pan ni en pintura. Un platito de pollo, de pollo acojonado, porque estaba blanco y pálido como la leche, porque iba acompañado de unos guisantes como canicas. En la Paz le ponen más salsa a la comida que le dan a los enfermos. Pues deme two chickens por lo menos. No, no, I am sorry, porque tenemos que servir primero al resto del pasaje. Coño, dales otra cosa, dales mi ensalada y mi bizcocho. No, no, I am sorry. Bueno, pues dame 2 ó 3 botellitas de vino, que celebremos el pollo y yo este peazo de cena. Al final, lo celebramos los 2 pollos y yo. Bueno, también se sumó la vieja que me dio su mitad del vino. Y la llorona, japuta, se lo comió todo a caraperro. Mucha pena no tendría.
Ah, los del catering en Thailandia funcionó mejor. Sí que había menú para mi. Lo que pasa es que entendieron que con ponerle dos rebanadas de pan sin gluten y un plátano, el pollo iba a estar más bueno. Sí, sí, pollo primo hermano del de antes.
Y las películas de los aviones? Ahoran son self service, tú te pones lo que quieres. Pero está claro, o las oyes en inglés o en un español que parece que las han doblado los hijos de Cantinflas con 2 botellas de tequila encima. Por qué no contratarán a los dobladores españoles? Es que por mucho que me meta en la peli no me imagino a George Clooney de espía y hablando mexicano. Lo que no puede ser no es. Y de fondo, el ruido del motor, para darle más ambiente y realismo.
Y así, poco a poco, se me pasó el viaje. Que es más o menos como un viaje en autobús de Almeria a Ferrol (por las horas que tarda) y para a mitad de camino, igual, para echar gasolina y cambiar al conductor, para que meemos el resto y estiremos las piernas. ¿es o no es lo mismo?
Hasta la próxima my friends.