miércoles, 10 de marzo de 2010

Lo primero, el viaje

Uno se prepara mentalmente para un viaje muy largo y cuando te quieres dar cuenta estás en el culo del mundo. No es para tanto. O sí?
Lo primero, los aeropuertos. Se pasan controles para aburrir. Qué digo yo, ¿no se podían poner de acuerdo entre ellos?. Si ya en Madrid me han mirado hasta el “ojete” por qué insisten una y otra vez. Además, cada uno interpreta el tema como mejor le viene. En Madrid “abra el portátil, por favor”, y lo abro y me dicen “vale”. Pues claro que vale, ¿qué esperan ver?, la pantalla apagada y las teclas en su sitio. Que digo yo, que si fuera terrorista no iba a dejar la goma2 a la vista, con el cable rojo y el cable verde por fuera (sí, esos que nos hacen sudar en las pelis cuando no saben cuál cortar). Llegas a Londres y te quieres hacer el listillo, ¡si habré yo pasado controles!, y vas todo digno y abres el portátil y se lo enseñas. Y el tio te dice, no, no, close it. Pero claro, ya parece que has hecho algo malo y te mira con cara rara. Los shoes, please, take off. Pues si son los mismos que en Madrid no me pitaron ni me los hicieron quitar.
Pero lo mejor son mis primos los tailandeses, en Bangkok (ni puta idea cómo se escribe) me hicieron pasar 2 controles en tránsito internacional. Llego, lleno mi botella de agua para el próximo vuelo. Primer control, a vaciarla. A dónde, a la papelera. Y si todo el mundo hace lo mismo que yo, el que recicla cogerá las botellas como la pesca de los patitos en la feria. Lo paso, la vuelvo a llenar (se me olvidaba, mi botella es profesional, de las de aluminio, que molan un huevo pero se calienta el agua igual como en todas las demás). Segundo control justo en la puerta de embarque. Pero oiga, si he recorrido 200 metros, no me ha dado tiempo a montar la bomba. Please, the bottle. La abro. Me hace un gesto para que la pruebe. Y la pruebo, y joder, toso un poco (no estoy tan acostumbrado a que un poli me diga que beba agua, como mucho a soplar)). Uy, uy, mira a su jefe y… a tirar el agua otra vez. A dónde. Pues no hay papelera. Tampoco me voy a recorrer la terminal de nuevo. Uy, qué maceta más bonita y qué seca está. Tiro el agua con el mismo cuidado que no te vean como el que roba un cd en el corteingles. Y un abuelete tailandés con más años que la tana se me queda mirando atónito. Oiga que las plantas hay que regarlas de vez en cuando, por lo menos eso aprendí del padre Mundina. Y cuando ya la vacío me quedo mirando la maceta y las hojas son made in China. Vamos que aunque las riegue el plástico no se va a marchitar. El abuelete se estará descojonando todavía.
El avión. El de Madrid-Londres de British, con sus asientos de cuero y todo muy bonito, pero las piernas te la metes donde te quepan. Would you like something to drink? Bueno, pues una coca-cola. Y me la sirven. El de mi lado, please, un gin-tonic. Joder, eso se avisa, si las copas no las cobráis se dice antes. Que queda muy cutre después lo de, please, un chorreoncito de ron que me amarga el refresco solo.
El de Londres a Sydney. Eso sí que es era un avión. Mi número de asiento era el 50 J. Yo pensé que me iban a poner en la cola. Sí, sí, en la cola… detrás de mí había 50 más. Eso no era un avión, eso era un cine. 11 personas por fila. Llego, me siento, y un olor muy raro. Huele a queso. Pero no un queso cualquiera, uno entre cabrales y roquefort después de un dia de calor. No sé, empiezo a buscar el olor. ¿será que alguien ha manchado el asiento y no se le ha ido el olor?. Pasan los azafatos (casi todo tios y con cara de bedeles; dónde estarán las australianas que salen en la Tv?) y me dan un folleto donde te explican el menú de abordo. La portada es un queso. ¿No será marketing subliminal lo del olor a queso?. Se me olvida coger una cosa de mi mochila me levanto y Ahhhhhhhh! Ya sé de donde viene el olor. El queso era de uno que medía 1,90 y pesaba unos 140 kilos. Barba de 4 dias y un aspecto de no haber visto una ducha ni por asomo. Me fijo y se ha quitado los zapatos. Hijoputa, tenía los pies podridos. Antonio, no te desesperes que el vuelo sólo dura 11 horas. Al final, la teoría de la evolución tiene su efecto, o te adaptas al medio o te mueres. A la hora ya no olía, ya me lo había tragado todo. Total, todo el mundo se quitó los zapatos. Pues prueba este queso que es típico de mi pueblo. Ahí lo llevas. Es una medida muy efectiva, así no se pasa el virus de la gripe de un país a otro. No hay virus que se resista a esa atmósfera.
Mis compañeros de viaje, dos australianas, una de nueva hornada y otra que había oido cantar a la Piquer cuando empezó. La abuelita me hablaba pero yo creo que no era inglés. No podía ser, vamos, que no. Y la otra, ay la otra!. Se monta en el avión, estamos cogiendo pista de despegue y empieza a hacer pucheros. ¿Le dará miedo?. Sigue haciendo pucheros y por el rabillo del ojo veo que se le escapan unas lágrimas. Yo, tan cortés, me saco los kleenex y se los doy. Y entonces va y se me pone a llorar a moco tendido y bien alto, zenkiu, snif, snif, zenkiu zou mach, snif, snif. Chica, callate que van a pensar que te he hecho algo. Y la vieja me miraba. Oiga, que yo no la conozco de nada, bueno de lo mismo que a usted, de hace un cuarto hora. Antonio, cogete el libro y chitón hasta que lleguemos.
Cuando uno se sienta, organización, ante todo organización. Para pasar 11 horas uno va bien equipado: la guía de Australia, un best seller por si…, una revista de autodefinidos por si más por si…, un cojín tipo collarín para no acabar en el hombro de la vieja, mi botellita de agua por si no me dan ni la coca cola, el boli, los chicles para el cambio de presión, un antifaz por si a la vieja le da por leer en medio de la noche…Pero claro, uno no cuenta que cuando llega al asiento parece que le ha tocado el premio al viajero 1 millón del año: una almohada bastante grandecita, una manta, un neceser con un cepillo de dientes (tan pequeño que si querías llegar a cepillarte la última muela te tenías que meter el muñón en la boca), un antifaz, otro!, los auriculares (con 2 clavijas, porque se supone que así no los roban, ¡qué somos españoles!, que la genética del lute es por algo! Si lo importante es robar, no para qué quieres los auriculares), y una bolsita muy mona con una botellita de agua, unos caramelos, una galleta gigante y una chocolatina con galleta también (menos el agua, todo lo demás lo sortee entre mis australianas que se tiraron como los haitianos a los sacos de arroz de la cruz roja). Ah, lo de la bolsita tenía su aquel, dejar dormir a los bedeles. Si a media noche quieres agua o tienes hambre, you have the bolsita, “no molestar”. Y ahora, dónde guardo yo todo esto. El bolsillo del asiento a punto de estallar. Si la ministra dice que podemos vivir en un piso de 30 metros cuadrados, por qué no voy a pasar yo 11 horas con todos estos cachibaches en medio metro cuadrado?
La comida, el gluten y su puta madre. Como ya me ha pasado antes, lo de pasar más hambre en un avión que el perro de un afilador, llamé hasta 2 veces a la linea aerea australiana en Madrid (sí porque si llamo a Australia y le explico en mi inglés que soy celiaco son capaces de ponerme migas con chorizo). El bedel llega a mi sitio, Chicken o beef? No, zorry, pero I am celiac, I ordered gluten free meal. No, no me mires así que me has entendido, que lo he pronunciado de Oxford English. Se va, me trae una lista con todos los lisiados del avión, los que pedimos menús especiales, que éramos unos cuantos. Mr López?, yes, yes, yo soy Mr López. I am very sorry. Los pelos se me pusieron como escarpias. ¿Cómo que I am very sorry? What happen? Que la empresa de catering se ha olvidado de su menú, pero en english. Ay, la hostia!, en castellano paladín, porque me salió del alma. Y? No, no me mire, que yo tengo que comer algo. Mira la composición de los platos y me dice que el chicken me lo puedo comer. Seguro? Yes, yes, totally safe. Y le miro a los ojos como el padre que mira al hijo cuando le pregunta si ha fumado porros y le dice que no. Yes, yes, y me enseña la composición. Bueno, de perdidos al rio, no voy cruzar medio mundo con el estómago vacío. Venga, dame el chicken. Y va y me da sólo el platito del puto pollo porque la ensalada era de pasta, el postre con bizcocho, el bollo de pan ni en pintura. Un platito de pollo, de pollo acojonado, porque estaba blanco y pálido como la leche, porque iba acompañado de unos guisantes como canicas. En la Paz le ponen más salsa a la comida que le dan a los enfermos. Pues deme two chickens por lo menos. No, no, I am sorry, porque tenemos que servir primero al resto del pasaje. Coño, dales otra cosa, dales mi ensalada y mi bizcocho. No, no, I am sorry. Bueno, pues dame 2 ó 3 botellitas de vino, que celebremos el pollo y yo este peazo de cena. Al final, lo celebramos los 2 pollos y yo. Bueno, también se sumó la vieja que me dio su mitad del vino. Y la llorona, japuta, se lo comió todo a caraperro. Mucha pena no tendría.
Ah, los del catering en Thailandia funcionó mejor. Sí que había menú para mi. Lo que pasa es que entendieron que con ponerle dos rebanadas de pan sin gluten y un plátano, el pollo iba a estar más bueno. Sí, sí, pollo primo hermano del de antes.
Y las películas de los aviones? Ahoran son self service, tú te pones lo que quieres. Pero está claro, o las oyes en inglés o en un español que parece que las han doblado los hijos de Cantinflas con 2 botellas de tequila encima. Por qué no contratarán a los dobladores españoles? Es que por mucho que me meta en la peli no me imagino a George Clooney de espía y hablando mexicano. Lo que no puede ser no es. Y de fondo, el ruido del motor, para darle más ambiente y realismo.
Y así, poco a poco, se me pasó el viaje. Que es más o menos como un viaje en autobús de Almeria a Ferrol (por las horas que tarda) y para a mitad de camino, igual, para echar gasolina y cambiar al conductor, para que meemos el resto y estiremos las piernas. ¿es o no es lo mismo?
Hasta la próxima my friends.

1 comentario:

  1. Joder, y todo eso sin bajarte del avión.
    Esperamos las nuevas aventuras en suelo australiano.

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